Creo que no
me equivoco si arriesgo que este fin de año nos llega a todos un poco de
repente. Fue “movidito”, como podríamos calificarlo familiarmente. Y “variadito”,
no vaya a ser cosa que lo pasemos por alto.
Institucionalmente
nos sucedió de todo: pasamos los momentos más felices, esos que llegan después
de las largas cosechas; pero también tuvimos que atravesar tristezas. Entre la
felicidad y la tragedia, el gozo y los padeceres, se desplegó el enorme abanico
de lo posible. Y este año fue uno de esos en los que todo –o casi- fue posible.
Y tan
posible fue todo que, como si se hubiese estado guardando para este momento,
nos llegó justo cuando celebrábamos los 60 años formando maestros.
Y acá están
ustedes: los nuevos profesores en los que se resumen nuestros 60 años haciendo
esto que hacemos y que tanto amamos, esto con lo que nos comprometemos.
Venía
pensando en estas cosas cuando, como parte del balance de estos años que hemos
recorrido juntos, me puse a releer las palabras que le había dedicado a otros
que atravesaron esta puerta apenas antes que ustedes.
Cuando
egresaron quienes lo hicieron en 2010 –cuando la mayoría de ustedes recién
estaba completando su primer año, y seguramente este momento se les hacía todavía
lejano- fueron otras las preocupaciones que me inspiraron.
Recuerdo que
por aquellos tiempos me preocupaba mucho –muchísimo- nuestra conciencia sobre
la importancia del cuidado del otro. O la falta de ella.
Recuerdo que
les contaba que cuando yo misma era estudiante, a ningún profesor se le ocurría
hablar sobre esto: se daba por supuesto que si habíamos elegido la docencia
como profesión –pero sobre todo como forma de vida- era porque nos preocupaba
el bienestar de nuestros alumnos. Y por extensión, el de todos aquellos sobre
los que derramaba nuestro cuidado: sus familias, nuestros propios compañeros,
la escuela. Sin embargo, sí tenían que insistir en que no abandonáramos nuestro
deseo de saber, el hambre por conocer, la voluntad por aprender con los otros,
la pasión por enseñar, como otra forma de cuidar: nuestra forma específica de
cuidar.
Recuerdo que les decía que me sorprendía cómo se había invertido el estado de las cosas: que justo cuando todos los docentes nos habíamos convencido de la necesidad de mantenernos actualizados (aún quienes no lo hacían, pero que jamás lo confesarían), justo cuando cada vez más de nosotros nos habíamos cconvencido de que sí es posible enseñarles a todos y aprender con todos… cada vez más nos estábamos olvidando de que nuestro lugar de adultos es el de mirar y cuidar, como una de las formas de educar.
Recuerdo que les decía que me sorprendía cómo se había invertido el estado de las cosas: que justo cuando todos los docentes nos habíamos convencido de la necesidad de mantenernos actualizados (aún quienes no lo hacían, pero que jamás lo confesarían), justo cuando cada vez más de nosotros nos habíamos cconvencido de que sí es posible enseñarles a todos y aprender con todos… cada vez más nos estábamos olvidando de que nuestro lugar de adultos es el de mirar y cuidar, como una de las formas de educar.
Hoy releo
aquellas palabras y se me llena el alma, porque siento que hemos avanzado un
gran trecho en este largo camino. Quizás porque éramos muchos los que nos
estábamos preocupando y nos ocupamos,
quizás porque encontramos otras formas de trabajar juntos para construir entre
todos nuevos modos de cuidarnos sin descuidar la enseñanza ni el aprendizaje,
quizás porque individual y personalmente, alumnos y docentes, fuimos comprometiéndonos
mutuamente… Quizás porque institucionalmente construimos redes de trabajo y
aprendizaje colaborativo, y nos mancomunamos más profunda –y extensamente- con
otras instituciones.
Hoy se me
llena el alma, sobre todo, porque los he visto sosteniéndose unos a otros. Sé
de la fuerza y la contundencia con que expresan el amor y la solidaridad,
porque lo he visto incontables veces. Y este año lo han expresado en actos
concretos muchas veces.
Hoy se me
llena el alma porque siento que dimos un gran paso. Ustedes llevan un plus en
su formación que debe ser una marca en su propio estilo docente: han vivido
experiencias novedosas que les mostraron otras posibilidades, que les enseñaron
que siempre es posible tender puentes, que no importa dónde uno se pare siempre
hay algo por aprender y algo por ofrecer, que no somos si no es junto con otros…
Hoy se me
llena el alma porque sé que todos llevan la marca de la concientización
respecto de que la educación es una forma de cuidado: que no hay nada que enseñar
donde no hay un compromiso por cuidar.
Ojalá lleven
esta marca como un distintivo de su formación docente. Ojalá los acompañe
siempre. Ojalá nunca olviden que hemos elegido esta profesión porque estamos
comprometidos con el cuidado de nuestros alumnos, pero también con el cuidado
de sus familias, de nuestros compañeros, de una escuela inclusiva, equitativa,
con calidad, para todos, que trasciende la frontera de sus propias aulas y sus
paredes. Ojalá nunca olviden que enseñamos cuidando y cuidamos enseñando. Y
enseñando y cuidando construimos Patria.
Esto es lo que somos. Porque esto es lo que
hacemos.
¡Feliz egreso!
Con amor
Viviana
Taylor